A continuación os presentamos la historia El silencio del Tao, de Lao Tsé. Un breve texto para reflexionar con humor.
Se dice que solía dar un paseo todas las mañanas y que un vecino solía acompañarle. Sabiendo que era un hombre de un silencio absoluto, el vecino se mantenía también silencioso en todo momento. Incluso decir «Hola» estaba prohibido; incluso hablar del tiempo estaba prohibido. Decir: «¡Qué bonita mañana!», hubiese sido demasiada berborrea. Aunque Lao Tsé diese varios paseos de varios kilómetros, el vecino lo acompañaba.
Esta situación se mantuvo durante años. Pero en cierta ocasión sucedió que el vecino tenía un invitado en su casa y éste quiso ir con ellos, así que el vecino se lo llevó consigo. Él no conocía a Lao Tsé ni tampoco su forma de ser. Así que empezó a sentirse incómodo porque su anfitrión no decía ni un a sola palabra; no comprendía por qué estaba tan silencioso; el silencio se le hacía cada vez más pesado.
Si tú no sabes estar en silencio, el silencio se te hace pesado. No es que por decir tú cosas te comuniques, no; es porque diciendo cosas tú mismo te descargas. De hecho, la comunicación no es posible por medio de las palabras. Es posible justo lo contrario: tú puedes evitar la comunicación. Tú puedes crear una pantalla de palabras a tu alrededor de forma que tu verdadera situación no pueda ser conocida. Te revistes de palabras.
Meditar te cambia la vida
A mi me la cambió.
Para mejor, claro. Para mucho mejor.
Apúntate para abrir esa puerta.
El Tao que puede decirse no es el Tao absoluto
El invitado empezó a sentirse como si estuviese desnudo y también sofocado y violento; estaba incómodo. Así que cuando vio que el sol aparecía por el horizonte, simplemente dijo: «¡Mirad qué hermoso sol!¡Con qué belleza nace un nuevo día!¡Qué mañana tan maravillosa!
Esto fue todo lo que dijo. Pero nadie respondió, ya que el vecino, su anfitrión, sabía que si contestaba no sería del agrado de Lao Tsé. y, por supuesto, Lao Tsé no dijo absolutamente nada.
Cuando regresaron al punto de partida, Lao Tsé le dijo a su vecino: «No traigas a este hombre mañana; habla más que una cotorra.» Sólo porque el invitado había dicho esas pocas palabras en un paseo de dos o tres horas. Lao Tsé dijo: «Habla sin necesidad; yo también tengo ojos en la cara para apreciar que el sol está saliendo y que es hermoso. ¿Qué necesidad hay de decirlo?»
Extracto del libro Tao, de Osho.