Hoy reflexiono sobre la vejez de una vida indiferente. Puede parecer extraño que a punto de cumplir tan solo treinta y tres años piense en la vejez y en la muerte con la frecuencia con la que lo hago.
Aunque me cuesta caracterizar o definir esta vejez en la que pienso sí que puedo decir que no se trata ésta de la vejez del paso de los años y por ello consustancial a la propia vida y a su final. Se trata más bien ésta de una vejez de espíritu; de sueños. Ajena al ir y venir de la vida. Una vida indiferente a la vida, separada de la propia vida.
Defino una vida indiferente a la vida como aquella vida que es vivida sin alegría ni valentía. Sin intensidad. A contracorriente.
La verdadera pregunta no es si hay vida después de la muerte. La verdadera pregunta es si estás vivo antes de la muerte. (Osho)
Esta vejez en la que pienso me recuerda que la única vida que hay que vivir es ésta, con alegría y valentía, que todo momento es aquí y ahora. Que no hemos venido a resolver misterio alguno. Ni de la vida, ni de la muerte. Que simplemente hemos venido a vivir. Que la vida, si la vives, fluye.
Meditar te cambia la vida
A mi me la cambió.
Para mejor, claro. Para mucho mejor.
Apúntate para abrir esa puerta.

Una vejez de espíritu
Esta vejez en la que pienso me recuerda que los años arrastran consigo todos los quise, todos los y si, todos los me habría gustado, todos los no hice. Necesito que la vejez me recuerde que los años entierran a su paso nuestros sueños e ideales. Que tenemos esta vida para vivirla. Que los años pasan.
Naciste con potencial, con confianza y bondad. Naciste con sueños e ideales. Y con grandeza. Naciste con alas. No estás destinado a arrastrarte; tienes alas. Aprende a usarlas y vuela. (Rumi)
Es la vejez la que me recuerda mis ansias de beberme la vida, gota a gota. Mis ansias de volar, de ser simplemente vida. De querer vivir y vivirlo todo. De ser vivida.
Ansío recorrer países, amar como nunca he amado y que me amen. Reír, llorar, enloquecer y volver a la calma.
Ansío abrazar y que me abracen. Ansío en definitiva vivir de la vida todo lo que ésta tenga para mí.
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