En esta ocasión nos centramos en tratar el tema de la gestión del dolor en la meditación. ¿Cómo debemos tratarla? ¿Qué debemos hacer? ¿Es normal? A continuación respondemos las cuestiones más frecuentes al respecto.
Dolor físico en la práctica
No soporto los dolores físicos que aparecen en mi práctica de meditación. A veces, siento que me estoy torturando.
En nuestra práctica, igual que en nuestra vida, la sensación de dolor va a aparecer. Unas veces el dolor será físico y otras veces será emocional. La práctica de la meditación nos invita a observar el dolor como una sensación más y por tanto como una sensación que puede ser observada con total ecuanimidad.
Meditar te cambia la vida
A mi me la cambió.
Para mejor, claro. Para mucho mejor.
Apúntate para abrir esa puerta.
Es de esta manera como gracias a la práctica de la meditación cultivamos el arte de no reaccionar, el arte de permanecer ecuánimes ante cualquier sensación, por muy dolorosa que sea.
(Distracciones, dificultades y obstáculos de la meditación)
Aunque lidiar con el dolor o cualquier otro tipo de incomodidades o situaciones que nos parecen amenazantes no es fácil, podemos aprender a hacerlo de una manera más sana, creativa y acertada, con mayor gestión emocional.

Cuando a lo que está sucediendo le quitamos todo el componente psicológico de lo que es o debería ser, cuando le quitamos toda nuestra historia, nuestra respuesta siempre va a ser la acertada.

Tres tipos de dolores
Dicho lo anterior, si bien, es necesario saber que en la práctica meditativa pueden darse tres tipos de dolores. Cada uno es diferente y cada uno debe gestionarse de manera diferente. Reconocer cada uno de ellos no es algo que se haga de un día para otro. Este reconocimiento requiere de mucha práctica.

Los dolores que nos alarman de una situación de peligro
El cuerpo constantemente nos habla. Sin embargo, al vivir permanentemente en nuestra mente, en nuestras historias, separados del cuerpo, no estamos acostumbrados a escuchar el mensaje que el cuerpo nos trae, muchas veces a través de sensaciones dolorosas.
En la práctica de la meditación aprendemos a escuchar al cuerpo y los mensajes que nos transmite mediante la observación de las sensaciones. Cultivamos la escucha de nuestro cuerpo.
(Meditación Vipassana: Qué es y en qué consiste)
De esta forma, imagínate que has puesto una vela a tus pies y de repente empiezas a notar una sensación de quemado en los pies. Te estás quemando.

El dolor que la vida nos ha ido trayendo
Cuando hablamos de este tipo de dolor nos referimos a aquel dolor que hemos ido acumulando a lo largo de nuestra vida (y de vidas pasadas si es que creemos en ellas) y cuyo reflejo y memoria se encuentra en nuestro cuerpo. A fin de cuentas nuestro cuerpo físico es un depósito de emociones.
Partimos de la idea que el 90% de las emociones se suprimen en el nombre del control. Las emociones se suprimen y no se liberan. Nadie nos enseña cómo dejar ir, cómo soltar. Tampoco nadie nos enseña a controlar, y en el nombre del control, suprimimos.

Este tipo de dolor se manifiesta en forma de tensiones, nudos y bloqueos energéticos.
Con la práctica de la meditación y con la pura observación sin reacción de este tipo de dolores que van aflorando se inicia el proceso de purificación. Lo inconsciente, lo que permanecía oculto, se hace consciente y comienzan a liberarse estas tensiones, nudos y bloqueos energéticos.
Es por ello por lo que en los inicios de la práctica meditativa es normal que sintamos dolores de todo tipo (p.e. contracturas, dolores de cabeza, corrientes). Se está iniciando el proceso de liberación de las tensiones, nudos y bloqueos energéticos.
(Mindfulness y Meditación ¿Qué diferencias hay?)
Observar sin reacción las sensaciones dolorosas, con atención a la respiración, permite que la energía fluya libremente y con ella se vayan deshaciendo todas estas tensiones, nudos y bloqueos que sin ser conscientes habitan en nuestro cuerpo. En este caso, por tanto, lo que duele no es la postura sino lo que estamos deshaciendo con la práctica.

El dolor postural
Este tipo de dolor se reconoce muy rápidamente. Es aquél consecuencia de la postura. Normalmente, va a desaparecer con un suave movimiento o tras la práctica. Pero, si el dolor persiste tras la práctica, es muy probable que estemos forzando la postura y acumulando tensión.
Preparar el cuerpo físico para sentarnos en el suelo a meditar debería ser siempre un trabajo previo muy conveniente. Esto nos ayudaría a reducir o minimizar este tipo de dolores.
En meditación, debemos saber que sostener y soportar el dolor no es lo mismo. Distinguir los diversos tipos de dolores que podemos sentir nos ayudará en ello.

La intensidad del dolor
Dolor muy intenso
Cuando el dolor es muy intenso o fuerte no hay que “soportarlo”. En este caso debemos encontrar el equilibrio entre la disciplina, esto es, mantenerse en la postura, y la amabilidad con uno mismo.
No se trata de aguantar lo inaguantable. No se trata de torturarse. La práctica de la meditación no es un ejercicio de masoquismo. Por tanto, cuando el dolor sea insoportable, permanece muy atento o atenta al movimiento mental que precede al movimiento.

Quizás la promesa que la sensación desaparezca inmediatamente, quizás la idea de que una vez te hayas movido podrás retomar tu atención a la respiración. Estate muy atento o atenta a este minúsculo y sutil movimiento mental que precede al movimiento.
Luego, muévete lentamente, de una manera muy suave, curiosa, permaneciendo muy atento o atenta a los movimientos, sin perder detalle de ellos y de las sensaciones que el transcurrir del movimiento te produce.
(Meditación para principiantes: Iniciación a la meditación)
Dolor que no es intenso
En este caso no se debe cambiar ni deshacer la postura. Permaneceremos ecuánimes, atentos a la respiración. Sostendremos la postura.
En este punto es conveniente hacer una aclaración. Muchos de vosotros habréis escuchado seguro que cuando una sensación de dolor aparece, se debe llevar la atención a la misma y observar su naturaleza cambiante, hasta que desaparezca.
Esto puede funcionar en una meditación pero podría llevarte un tiempo excesivamente largo y, si aún eres meditador principiante, muchísimo sufrimiento pues a la larga lo más probable es que el dolor vaya aumentado de forma exponencial. No por el propio dolor, sino por la reacción al mismo si no somos capaces de permanecer ecuánimes.
Además, esta forma de observar crea muchísima tensión y endurece la personalidad del meditador. Y esto no es lo que buscamos. Buscamos todo lo contrario, abrirnos al dolor, abrirnos a la vida y al momento presente. Abrirnos y aceptar el momento presente, tal cual es.

¿Puedo moverme?
¿Puedo moverme si en meditación aparecen molestias, incomodidades, dolores que me distraen y me sacan de la meditación constantemente?
La cuestión es que en la práctica de la meditación podemos vernos arrollados por infinidad de molestias, incomodidades o dolores. La instrucción es no moverse, no deshacer la postura, no levantarse ni abrir los ojos.
Por tanto, una vez que te sientes a meditar no cambies de postura ni te muevas. No abras los ojos ni te levantes hasta que finalice tu tiempo de meditación.
El moverte así que la postura te resulte incómoda va a hacer que una vez la hayas cambiado la incomodidad vuelva una y otra vez. Recuerda que estamos deshaciendo los hábitos reactivos de nuestra mente y precisamente, no reaccionando a las incomodidades de la postura es una de las formas de deshacerlos.

Pero, como todo en la vida, ya hemos visto, hay que buscar el equilibrio entre la disciplina y el amor y la amabilidad hacia uno mismo. De esta forma, si hemos de movernos, lo haremos muy suavemente, observando la intención de nuestra mente en todo momento.
(Banco meditación: Encuentra tu banquito perfecto)
Eso sí, evitaremos siempre levantarnos y abrir los ojos. Caso contrario la mente siempre encontrará una salida y seguiremos vendidos a su antojo y libre albedrío.
Si el dolor es muy fuerte y no se puede de ninguna manera continuar la meditación sedente, puedes levantarte e incluso darte un paseo, llevando tu atención siempre a la respiración.

Cuando siento alguna incomodidad en la práctica, me vengo abajo. El pensamiento de esto no voy a poder soportarlo por más tiempo me entra y soy incapaz de volver a la respiración.
Ante todo qué bien que puedas ser capaz de observar este pensamiento. Lidiar con la incertidumbre y la duda no es nada fácil. Lo realmente importante en estos casos es darse cuenta que, igual que en la vida, en la práctica de la meditación, uno nunca sabe lo que va a pasar al instante siguiente.
¿Cómo saberlo? Es imposible saber lo que va a suceder. Tal vez ahora es insoportable y al instante siguiente, así como por arte de magia, la incomodidad desaparece.
Tal vez ahora estoy en éxtasis, y en el instante siguiente, sin saber cómo, nuestro mundo se desmorona. De aquí la importancia de volver, una y otra vez, al momento presente. A este instante. En este momento, en el momento presente, aquí y ahora, no hay incertidumbre ni duda. En este momento simplemente puedes.
Date cuenta que ahora, “puedes”. Y cuando llegue el siguiente instante, repitete, “Ahora puedo” y en el siguiente instante “Ahora también”. Es de esta forma que gracias a la práctica de la meditación cultivamos nuestra mente de principiante.
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