Dejar ir: El eterno fluir de la vida

A menudo me parece que el mayor de nuestro aprendizaje y liberación pasa por aprender a dejar ir, por aprender a soltar. Aparentemente sencillo, in extremis, hartamente complicado.

Aprende a dejar ir. Este es el secreto de la felicidad.  (Buda)

A lo largo de estos cuatro últimos años de mi vida me he cuestionado, en multitud de ocasiones, cómo dejar ir o cómo aprender a soltar, y añado algo imposible, sin que duela.

Y es que también, por mi propia experiencia, he podido conocer en primera persona el vértigo y la inseguridad que produce en nosotros el proceso de dejar marchar todo aquello o toda persona que hasta el momento han formado parte de nuestra vida o han integrado nuestra zona de confort.

Dejar ir: el cambio constante

De esta manera nos enfrentamos a fallecimientos de familiares y amigos, a rupturas sentimentales. A las pérdidas de un trabajo o de todo tipo de cosas materiales. A la independencia de nuestros hijos.

Y es que aprender a dejar ir, o hacerlo al menos de la forma más pacífica que podamos con nosotros mismos, y con los demás, nos va a permitir integrar en nuestro ser de una manera más consciente y amorosa este eterno dejar ir en que consiste la vida. Aún y hacerlo con miedo. Aunque duela.

No conozco otro modo de aprender a dejar ir que dejando ir, sin más. Igual que el respirar. Inhalamos y exhalamos. Cogemos y soltamos aire. Sólo soltando el viejo aire podemos vernos renovados con un nuevo aire fresco y limpio. Quizás si somos capaces de observar esto encontremos algo de consuelo.

(La importancia del compromiso con la práctica)

Cuando dejo ir lo que soy, me convierto en lo que podría ser. Cuando dejo ir lo que tengo, recibo lo que necesito.  (Lao-Tsé)

Tan simple que, de lo simple que es, asusta.

El arte de la rendición

Gracias a la práctica de la meditación y a la pura observación de lo que hay en cada preciso momento he aprendido a rendirme, sin más, frente al ir y venir de la vida, abandonando con ello toda idea preconcebida que el término rendición o la mera posibilidad de rendirme supuso para mí a lo largo de muchos años.

Meditar te cambia la vida

A mi me la cambió.

Para mejor, claro. Para mucho mejor.

Apúntate para abrir esa puerta.

(Tener razón o ser libre)

El conjunto de circunstancias personales que nos rodean, la educación recibida, la ideología, los condicionamientos sociales y políticos, entre otros,  dan lugar a nuestra identificación con una determinada idea de cómo tiene que ser la vida, para mí y para los otros.

A diario recreamos en nuestra mente, en infinidad de ocasiones, la vida perfecta, la vida que creemos será la que nos dé la verdadera felicidad. Así se excluye una y otra vez toda posibilidad de vivir una vida sin lucha, con total aceptación de lo que hay o lo que es.

Igual que para mi tiempo atrás, es sorprendente como el término rendición o la propia idea de rendirse tiene para la mayoría de las personas de nuestra sociedad una connotación tremendamente negativa.

Si bien, resulta lógico que, en buena medida, ello sea así fruto de todos los condicionamientos e ideas sobre los cuales hemos construido nuestra persona y forjado nuestra personalidad.

(Aprender a decir no)

Aprender a dejar ir

Gracias a la práctica de la meditación he podido observar que lo que se esconde tras esta lucha es un constante sufrimiento y una más que asegurada frustración por querer continuamente cambiar las cosas y las circunstancias tal como se presentan.

Como no son de nuestro agrado, las rechazamos e intentamos cambiarlas rápidamente, como si ello dependiera de nosotros.

En la práctica por ejemplo ello se manifiesta cuando sentimos dolor y nos contorneamos para quitarnos ese dolor. Quizás éste desaparece, pero en breve aparecerá otro dolor, el aburrimiento, el cansancio, etc.

Pareciera que si uno no lucha por querer cambiar las cosas que nos desagradan o que queremos mejorar, que si uno no lucha por ser alguien, por tener un trabajo mejor, una remuneración más elevada, etc, es una persona poco ambiciosa, conformista e incluso un derrotado por la vida.

(La vida cotidiana)

Por ello, cualquier término que implique derrota, como ahora la rendición, no cabe en nuestro diccionario personal y lo rechazamos sin más.

Rendirte no quiere decir resignarte

Sin embargo, la rendición que aflora con la práctica de la meditación no tiene nada que ver con esto ni tan siquiera con la idea de la resignación con la que a veces se confunde. Rendirte no quiere decir resignarte.

Con la rendición desaparece toda idea de lucha y resistencia; implica una total aceptación de lo que hay y lo que es en cada momento. No así la resignación, en la que la idea de lucha y resistencia no desaparece sino que se abandona momentáneamente.

Uno tiene la idea cuando se resigna que es simplemente una batalla perdida, pero ya vendrán mejores luchas. En la resignación, esta idea de lucha y resistencia permanece en estado latente.

Rendirte no quiere decir dejar de tener preferencias y querer cambiar las cosas que nos desagradan. Tampoco quiere decir ser seres indiferentes a todo y todos y que nada nos afecte.

Rendirte no es resignarte. Rendirte implica aceptar lo que hay en cada momento, no querer cambiar ni moldear la realidad en el aquí y ahora; implica que tus preferencias no se conviertan en exigencias.

Aceptando lo que hay para nosotros

De esta manera uno empieza a aceptar de buena gana lo que se le presenta en cada momento. Uno no rechaza el dolor ni la tristeza. Pero tampoco se resigna a sentirlo. Uno  se abre a sentir ese dolor, esa tristeza, esa frustración.

En definitiva, uno se abre a la vida. A vivir la vida tal y como es. A bailar con la vida el más hermoso baile que podemos bailar en cada momento, el de la vida misma.

(Aprender a meditar ¿Por qué es una buena idea?)

Rendirse implica fluir con la vida,  supone la profunda aceptación de todo lo que acontezca. En definitiva, una apertura incondicional a lo que hay en cada momento. Y cuando digo a lo que hay, me refiero absolutamente a todo.

«LA RENDICIÓN ES UNA SABIDURÍA SIMPLE pero profunda que implica ceder más que oponerse al flujo de la vida. El único lugar donde puedes experimentar el flujo de la vida es el ahora; por tanto, rendirse es aceptar el momento presente incondicionalmente y sin reservas. Es renunciar a la resistencia interna a lo que es.» (Practicando el Poder del Ahora, de Eckart Tolle)

Es por ello por lo que se dice que la práctica de la atención plena supone también la práctica del arte de la rendición; la rendición a lo que hay, aquí y ahora, la rendición al momento presente.

Practicando el no saber para dejar ir

El no saber es sin duda una de las mayores dificultades a la que nos enfrentamos cada día, en numerosos momentos.

Cada mañana, al despertar, podemos llegar más o menos a intuir cómo puede transcurrir nuestro día dado que tenemos implantadas en nosotros unas rutinas que, sin duda, son muy útiles y nos ayudan en nuestros quehaceres diarios. Nuestra memoria nos ayuda a ello. Sin embargo, no podemos alcanzar a tener la certeza de qué va a pasar.

(Correr y Meditar)

Prueba de este no saber es que, un día cualquiera, nos levantamos en hora. Tenemos suerte de que el reloj haya sonado y de haber despertado con su alarma. Hay días que no suena. Unos porque se nos olvida poner la alarma, o eso creemos. Otros días no sabemos muy bien por qué. Otras veces, simplemente, no la escuchamos. O simplemente cuando lo escuchamos, lo apagamos y nos damos media vuelta como si la cosa no fuera con nosotros.

¡Cómo si pudiéramos hacer siempre más de lo que hacemos! ¡Parece que levantarnos dependiera de comprobar por quinta vez cada noche que la alarma está puesta! ¡Cómo si el que pase otra cosa diferente a la que pasa estuviera en nuestras manos!

¿Está todo atado? Ja…

Pero además, justamente hoy, el autobús que cogemos cada día ha tenido una avería. Llegaremos tarde al trabajo. Avisamos al compañero. Ahora no sabemos si el compañero avisará o no al jefe. Teníamos una reunión para no sé qué. No sé que quiere contarme o encargarme ahora. Por fin llegamos al trabajo. Nada de eso. Nos habla de una reestructuración de plantilla.

No sabemos si nos quedaremos sin trabajo… A fin de cuentas, no sé nada. Y lo mejor de todo ello es que no hay manera de saberlo.

Este no saber, este no tener el control sobre las distintas situaciones y acontecimientos, puede generarnos un importante desasosiego. Una vez más, y gracias a la práctica, he constatado que no hay nada que hacer,  que no existe forma de controlar lo que va a suceder.

Que lo único que puedo hacer por mí, en cada uno de los momentos presentes en los que esté es «enfrentarme» a lo que está sucediendo en ese preciso momento, es vivir con total presencia lo que sea que esté pasando, aquí y ahora, aquí y ahora. Y ha sido una gran liberación, y la práctica mi gran ayuda.

La meditación es una práctica intensa de lo que pasa en la vida

En mis meditaciones he aprendido que las cosas y las situaciones se presentan así, de repente, a veces con poco o ningún margen de actuación por nuestra parte para cambiar lo que sea esté sucediendo.

Por ello, lo mejor que puedo hacer en estos casos en los que nuevamente observo en mí este malestar del no saber es intentar «sostenerlo» de la mejor forma que pueda en cada momento. ¿Cómo? Viviéndolo, momento a momento. En el ahora. En mi búsqueda, no he encontrado otra manera de hacerlo.

Aunque por la experiencia sé que cada práctica es un misterio, que no sé lo que cada meditación tiene preparado para mí cuando me enfrento a ella, nuevamente creo que esta puede ser una gran práctica.

Colabora con la vida, siempre

Pero la vida, el momento presente, me dice que no. Que esto no va de lo que yo creo o quiero sino de lo que simplemente va. E intento «sostener» este horrible dolor que me entra, así de la nada. Todo iba bien, creo que falta poco tiempo para que suene la alarma, y este dolor es insoportable.

Me entran las dudas de nuevo. No sé el tiempo que falta para terminar, no sé si sonará la alarma, porque a veces, como en la vida, no suena. Quizás debería ya haber sonado. Quizás se me olvidó ponerla. Ya no sé que es peor, el dolor en la pierna o la tortura de no saber si ya tendría que haber sonado el maldito reloj.

Observo que estoy otra vez en la mente, en ese no saber. Y vuelvo al presente. En este momento estoy quieta. Quizás pudiera haberme movido, pero me quedo quieta. Hay veces que quiero moverme y no puedo. Tampoco en este caso, tampoco sé que va a pasar.  Sólo sé que ahora, solo ahora, no me muevo.

«Uno nunca sabe lo que va a suceder. Y es hermoso que uno nunca lo sepa. Si fuera predecible, no valdría la pena vivir la vida. Si todo fuera como te gustaría que fuese y si todo fuera una certeza, no serías un hombre, serías una máquina. Sólo existen certezas y seguridades para las máquinas.» (Osho)

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Mavi Mariscal

Buscadora y practicante de la meditación Samatha & Vipassana. Enamorada del silencio y la quietud. Del ruido y la vorágine. De lo simple, bello y poético. De lo complejo, feo y prosaico. De lo profundo y superficial. De lo espiritual y terrenal. Del todo y de la nada. La práctica de la meditación me ha reconciliado con lo que "ES", aquí y ahora.